A buen recaudo
Aquí os dejo el enlace al último relato publicado en el interesantísimo blog de literautas.com que ya os introduje hace unos cuantos posts, junto con el relato de La Capitana.
Esta vez se trata de un relato corto ideado y desarrollado a partir de un incidente detonador sugerido por el blog: en medio del cajón de los cubiertos apareció una llave oxidada.
Esta es mi creación, ¡a ver qué os parece!
Enlace al original: A buen recaudo
Machaco el despertador varias veces para que se calle y me incorporo bostezando hasta desencajarme la mandíbula. Masajeo las sienes, ¿no se supone que el corazón se ubica en el lado izquierdo del pecho? Entonces, ¿por qué me late dentro del cráneo?
Primero un pie, después el otro. Levanto mi cuerpo, supuestamente descansado tras… ¡¿quince horas de sueño?! ¡Imposible! Me metí a la cama a las diez de la noche tras una larga jornada de trabajo. Cierto es que los viernes suelen ser duros, y más, tras toda la semana madrugando a las cinco, pero… ¿Cómo puede ser la una del mediodía? ¡Y encima, con este dolor de cuerpo! Imposible. El reloj debe estar mal…
Corro hacia la cocina para comprobar la hora, y… el susto es todavía mayor. No solo son las trece horas, ¡sino que, además, son las trece horas del domingo!
Sin hacerme aún a la idea, cojo mi taza favorita de desayuno y la poso en la encimera al lado del microondas. La relleno de leche hasta la mitad, lo caliento durante 50 segundos y cierro los ojos hasta que suena el tin. Después, meto una cápsula de café en la Nespresso.
Mientras se genera mi negro elixir, abro el armario superior y bajo la caja de galletas. Sí, hoy las necesito, sobre todo, que sean de chocolate.
Doy un paso atrás y saco del cubertero una cuchari… ¿Qué hace esta llave en medio del cajón? Rasgo un trozo de papel de cocina y la sujeto por la cabeza con dos dedos, tres, que pesa más de lo que parece.
Es metálica, sólida; tiene pinta de antigualla y está bastante oxidada. ¿De dónde ha podido salir? ¿Cómo ha llegado hasta aquí? Pero hay una pregunta que se sobrepone a todas las demás: ¿qué abre?
Me acerco al fregadero, la lavo y la seco bien. Me siento alrededor de la mesa de la cocina sin desviar la mirada del objeto de mi fascinación. Intento pensar, pero no tengo recuerdos de ninguna llave de este tipo. Más aún, a este apartamento no tiene acceso nadie más que yo.
La escudriño por todos los ángulos hasta que el olor a café queda relegado a un plano irrelevante y el sabor a hierro empalaga todos mis sentidos. Con ella todavía entre las manos, aprieto los párpados.
De entre la oscuridad, una imagen se abre camino: un portón de roble viejo. No visualizo la totalidad del muro que lo rodea, pero mi mente se centra en su corazón: una cerradura de latón, cuyo color es gemelo al de la herramienta que sujeto entre los dedos. La inserción y un giro firme de muñeca provocan un clic que acompaño con un empujón de la palma de la mano. Nada. Apoyo el brazo y antebrazo, y presiono con todas mis fuerzas. A la tercera, por fin, la puerta cede.
Caigo de morros sobre algo blando: una almohada. Palpo el suelo, pero no es de piedra ni de madera, como cabría esperar. Son sábanas suaves que arropan un colchón mullido. Detecto un apagado olor a lavanda que reconozco al instante.
Mi mirada se centra en los LED de mi reloj-alarma y, por segunda vez, no doy crédito.
Me levanto y vuelvo a la cocina. Recupero el café, pero el instinto, o el olfato quizás, me sugiere echar un vistazo antes de sorber. Reculo al observar una intensa película de moho sobre el brebaje que tanto anhelo. No puede ser…
Extiendo la mano para comprobarlo: la maldita llave vuelve a estar en el cubertero. A su lado una nota advierte:
“Tu misión ha terminado. No arriesgues de nuevo tu vida en vano. Regresarás cuando tus servicios sean de nuevo invocados.
P.D.: Consérvala a buen recaudo.”
Podréis leer otros textos escritos por mí según me vaya atreviendo a subirlos en el apartado de Escritos propios. Vuestros comentarios, sugerencias y apoyo serán fundamentales para dar pasos adelante en mi escritura.
¡Animaos a comentarme!
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